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La articulación temporomandibular o ATM une la parte superior de la mandíbula con el hueso temporal del cráneo. Su forma de actuar se asemeja a una bisagra deslizante, por lo que realiza movimientos muy complejos, de arriba abajo y de lado a lado.
Por tanto, es una parte del cuerpo muy sensible, en la que a veces se producen dolores y disfunciones, bien en las piezas óseas, bien en los músculos que las rodean y dirigen su movilidad. En general, hablamos de tres tipos de trastornos del dolor en la articulación temporomandibular:
Las causas del dolor en la articulación temporomandibular pueden estar relacionados con el bruxismo (apretar en exceso y de forma continuada los dientes), por situaciones de estrés o ansiedad que cargan la tensión en la zona, debido a traumatismos, desplazamiento de alguna de las partes que la componen, degeneración de las piezas o patologías en los músculos o el cartílago.
En la mayoría de las ocasiones, el dolor es transitorio y se resuelve con un tratamiento paliativo hasta que remite, pero hay veces en que es necesario recurrir a intervenciones quirúrgicas.
En cuanto a la manifestación de dicho dolor, podemos considerar, entre otras, las siguientes variantes:
En ocasiones, también surgen chasquidos en la boca que pueden ser síntoma de la futura aparición del dolor.
A la hora de tratar esta enfermedad, se presentan dos niveles. Si la afección es leve y probablemente transitoria, se trabaja en diferentes vertientes, como la colocación de férulas de descarga, ejercicios de reeducación para que el paciente articule adecuadamente y evite hábitos como el bruxismo, masajes y fisioterapia, o tratamientos mediante láser de diodo para tejidos blandos y bio-estimulación, que mitigan el dolor facial.
En el caso de que la patología haya evolucionado hacia la gravedad y las medidas anteriores no sean suficientes, se procede a tratamientos quirúrgicos que, en general, optan por técnicas mínimamente invasivas. Entre ellos, cabe citar la artrocentesis, una técnica para eliminar las impurezas de la articulación y favorecer su movilidad, y la artroscopia, que permite eliminar los tejidos inflamados y manipular la articulación para devolverla a su estado original.
Si no resulta posible recuperar correctamente la articulación por su elevado deterioro, se procede a la sustitución por una prótesis, tal como se realiza en otras articulaciones del cuerpo, como la rodilla o la cadera.
Se han detectado varias circunstancias de riesgo que pueden favorecer la aparición del dolor de la articulación temporomandibular. Además de los citados estrés y ansiedad que pueden generar bruxismo, se han identificado patologías como la artritis, lesiones óseas en la mandíbula y enfermedades de los tejidos que pueden desencadenar el dolor.